lunes, 23 de febrero de 2009

UN POCO DE HISTORIA

A lo largo de la Historia la violencia hacia las mujeres ha estado, y está, avalada y justificada desde las instituciones, las leyes y algunos hombres que con sus escritos intentan demostrar que ellos son superiores y deben dominar a las mujeres. Aquí tenemos algunos ejemplos que nos pueden servir para trabajar en el aula.

Gerda Lerner explica que, ya, en el siglo XIV a.C., las leyes asirias estipulaban que la mujer era un bien del varón, fuera padre o marido, hasta tal punto que la violación se consideraba un delito grave contra la propiedad del hombre, a quien pertenencia legalmente la víctima de la agresión. Si esta estaba casada, se condenaba a muerte al violador, por apropiación indebida de un bien ajeno, y quedaba impune la mujer si esta podía demostrar que había defendido con adecuado empeño la propiedad de su marido.

El Código Napoleónico de 1804 dice, también unas cuantas florituras con respecto a las mujeres: restituye la plena autoridad del marido sobre su esposa: es” el juez y soberano absoluto del honor de la familia”. A cambio de la protección de su esposo, esta le debe obediencia y fidelidad absoluta. Obviamente el llamado débito conyugal forma parte de sus obligaciones y, si resulta necesario, el marido tiene derecho a ejercer la fuerza para conseguirlo. El adulterio cometido por la esposa está castigado más duramente porque tiene efectos más peligrosos que la infidelidad del marido, ya que puede introducir una descendencia ilegítima en la familia.

En algunos países islámicos se exige a la mujer que ha sido violada que presente un mínimo de 5 testigos, hombres por supuesto, para que su denuncia se admita a trámite.

En los Códigos Penales de países como Etiopía (artículos 558 y 599), Rumania (197), Honduras (151), Guatemala (200), Uruguay (116)... se continúa eximiendo al violador de su culpa si se casa con su víctima. Aunque hay que decir que en nuestro país existió la misma posibilidad hasta la reforma del Código Penal de 1989.

“Si una mujer se dirige irrespetuosamente a un hombre, se le aplastará la boca con un ladrillo al rojo vivo” (Edicto de Urukagina, Mesopotamia, 2350 a. C)

“La esposa no tiene derecho alguno sobre su cuerpo; al casarse, entregó ese derecho a su marido, y éste es el único que puede hacer uso de ese derecho, en orden a la función reproductora...” (Padre Santiago Navarro, Problemas médico-morales 1963)

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